viernes, 24 de abril de 2009

La prólogo

El día CERO o la etapa prólogo es siempre la mejor. El ánimo te sobra por todas partes y todavía no has gastado un cartucho de energía. Te crees inmortal y vas sobrado por todas partes. ¡Qué ilusión!

Por la mañana temprano me acerqué a la ofi a dejar 4 cosas medio resueltas y salir con la idea de que no falto a mis obligaciones.

Cerca de mediodía van llegando los compis, todos menos Andrés, cuya fatalidad no le abandona y el destino quiso que unos días antes el riñón le tocara los…

La puesta en escena de cada personaje se corresponde a lo que todos sabemos de antemano, pero es divertido verlo sobre la marcha, en vivo y en directo, que es más gracioso. Las discrepancias entre Juan y Julio (dos cuartetas y una octava por encima del tono aconsejable), los comentarios del Pani (perfectamente enmarcables en un guión de primera como El Milagro de P. Tinto o Pulp Fiction), la animosidad de Luis (primo lejano de Tristón, compañero inseparable de Leoncio, que siempre insistía en que no tenía que haber ido a cualquier parte o hecho cualquier cosa).

Al final cuadramos los bártulos en los vehículos y nos subimos a la carrera para poner rumbo a León, desde donde empezaremos a sufrir a la mañana siguiente.

Pero para compensar los de la Cámara del Comercio y del Bebercio ya habían dispuesto que tras registrarnos en el albergue y enfundarnos las camisetas identificativas, nos habríamos de dar un paseo por la noche de León. Y así se hizo.

La vueltecita por el barrio Húmedo tuvo parada y fonda en dos o tres locales de rigor, alguno de los cuales tenía gente conocida del año anterior (caso de Agustina y Conchi) y otros por conocer (como el titular de La Bicha, filósofo de barril con criterio y coherencia perfectamente válidos para algunas reales academias que disfrutan entre sus miembros de número con personajes sideralmente distantes de la realidad cotidiana).

El remate lo pusimos en un intento de bar de copas con música a la carta donde nos tropezamos con un selecto grupo de personajes a la espera de que por allí pasara Almodovar a hacer su último proyecto surrealista antes de girar a la derecha y encerrarse en otra cara vista del perfil femenino de sus chicas-mujeres fetén.

El tiempo que tardamos en tragarnos el pelotazo que consumimos fue el que nos permitió charlar un rato con alguno de los personajes o limitarnos a mirar el deambular del resto como si estuviéramos en el circo de los esperpentos (la mujer barbuda, el gigante, el forzudo, la enana, los siameses… de película).

Al final, de puntillas para no despertar a los que horas antes habían entrado en la cama para descansar y madrugar convenientemente, nos metimos nosotros en el sobre un poco tocados por los excesos, con lo que todos roncamos, sudamos y tuvimos pesadillas de mayor o menor intensidad.

Y lo más divertido para el día primero de ruta era que teníamos un 90% de probabilidades de lluvia que se convertiría en nieve en cuanto nos acercásemos a Pajares. Saltaba de alegría solo de pensarlo. "Tengo que ir al médico a hacérmelo ver en cuanto llegue a Madrid -pensaba- no puedo estar bien de la cabeza". En fin, mañana volverá a salir el Sol por Antequera

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