lunes, 4 de mayo de 2009

Día 10 Madrid Epílogo

En esta “entrada” del blog se suele hacer referencia a dos cosas o capítulos: al de agradecimientos y dedicatorias por una parte, y al de reflexiones por otra. En este caso seguiré el guión e intentaré expresar lo que mi cerebro percibe y mi corazón siente.

Por lo que a agradecimientos se refiere no voy a ser en absoluto original y engrosarán la lista, como no puede ser de otra forma, mi familia, entendida ésta de forma amplia y extensa (mujer e hijos, mi santa y terrrrrrrca madre, mi difunto padre, mis hermanos, cuñadas y sobrinos por la rama “personal”, y suegrina, cuñááááá, sobrinita y S.M. El Rey, por la parte conyugal).

También a los amigos que en algún momento previo o a lo largo del trayecto me animaron en el empeño he de agradecerles sus palabras o escritos. Cualquier ayuda, por pequeña que sea, puede salvarte la vida cuando al borde de un barranco de 200 metros de caída libre pasa por tu cabeza la idea de poner fin a todos tus sufrimientos.

Y por supuesto, cómo no, a mis compañeros de fatigas. Hemos pasado momentos buenos y no tan buenos y a pesar de todo hemos sido capaces de aguantarnos hasta el final. El apoyo mutuo que nos hemos brindado ha sido el mejor bálsamo para curar las heridas que El Camino nos iba infringiendo a diario para cobrar el peaje que la Compostela requiere. Gracias a todos por aguantarme, prometo seguir dándoos por donde amargan los pepinos en el futuro.

En el capítulo de reflexiones habría mucho de qué hablar o mucha tinta virtual por derramar sobre este papel intangible que es Internet. De las más inmediatas es el convencimiento visceral de no volver a repetir el Camino bajo ningún concepto. Es un palizón excesivo e innecesario, creo. Yo pienso hace tiempo que soy una persona llena de imperfecciones que comete errores a diario pero que me voy ganando el cielo poco a poco con sacrificios cotidianos que me permiten eludir la necesidad de pasar por el calvario del peregrino. Mis fervores religiosos no llegan al paroxismo tal de tener que penar cada año a tal extremo.

De todas formas, como decía mi suegro, no debo escupir para arriba, que lo mismo me cae encima. Dicen mis compis que el Camino atrapa y que vuelves quieras o no. Tal vez sea verdad aunque dudo que sea el Camino el que te atrape. Tal vez sea que necesitamos salir de las rutinas cotidianas que nos atormentan por imperativo exterior y nos buscamos cosas que nos pongan en aprietos serios para compensar aquellas con la excusa de decir “que esto lo hago yo porque me sale de…”, como si la necesidad de morir saliera de alguna parte. Somos masocas lo queramos o no y necesitamos que nos den en todo momento. La necesidad de engañarnos a nosotros mismos para quedarnos tranquilos de conciencia hace que derivemos hacía cosas que no tienen sentido nada mas que para el que las realiza (subir ochomiles, bucear entre tiburones, correr maratones, beber litros de alcohol, fumar cajetillas de tabaco, comer todo lo que haya en la carta o lo que puedan preparar sobre la marcha… busque Ud. Lo raro que hace su amigo o familiar y sustitúyalo por los puntos suspensivos, él seguro que le encuentra un sentido y lógica aplastante).

Tal vez pase el tiempo y me deje arrastrar de nuevo por los sugestivos razonamientos de mis compis, que hace tiempo sufren el síndrome de Estocolmo y no solo justifican al agresor sino que le defienden y promocionan a capa y espada. Tal vez planteado el viaje de otra forma pueda ser viable que me plantee la prueba y convertirme en un prisionero nuevo del sindicato del sufrimiento, rama Camino de Santiago. Tal vez…

Sentado delante del teclado del ordenador siento la tentación de escribir mucho sobre las cosas que pienso desde hace tiempo referentes a la vida, a las personas y a las formas que tenemos de relacionarnos con aquella y entre nosotros. Pero tal vez eso sea tema para escribir una novela o un ensayo filosófico, lo que requeriría de más tiempo y dedicación por mi parte y de muchísima paciencia y caridad por parte del lector. Tal vez más adelante me coja lápiz y papel (teclado y ratón) y escriba un blog dedicado a este tema. Tal vez…

Seguiremos en contacto. Gracias a todos de todo corazón.

Perico el borrico orejón (también conocido en los ambientes como PiterChampion)

domingo, 3 de mayo de 2009

Día 9 Santiago-Madrid

Amanece un nuevo día que coincide con el final de la aventura. Es un punto y aparte ya que aunque hablamos de lo mismo el escenario totalmente distinto.

Al despertarme, como cada mañana, mi cerebro (2 neuronas) se resetea para entrar en funcionamiento (?????). Abro los ojos y me encuentro a mi santa en el lado de la cama que habitualmente ocupa. Nada que ver con la tropa bicigrina. La habitación, que tampoco tiene que ver con lo “disfrutado” los días anteriores, invita a pasar allí varias horas más retozando y descansando de la paliza acumulada. Hago un esfuerzo mental (???) y recuerdo que hemos quedado para iniciar “la retirada”. Hay que regresar a Madrid y la logística requiere algunos pasos obligados (recogida de las bicis, recogida de los compis en Santiago y viaje de regreso a casa.

Desayunamos correctamente y nos vamos a por la fragoneta al aeropuerto. Recogemos a la familia en el hotel y echamos los bultos a la trasera de cada carro. Quedamos con los compis en Santiago. En la litúrgica del día está prevista la Misa del Peregrino y el abrazo al Santo. Un servidor se queda fuera pues es mas de sentir en el corazón que de
estereotipos sociales (no me gusta que me digan cuándo tengo que celebrar a mi madre o a mi padre, cuándo tengo que ir a poner flores a la tumba de mis seres perdidos o cosas similares… ya saben Uds., soy un tocapelotas de carácter genético).

Mientras los que se introdujeron en la impresionante catedral cumplimentan los trámites protocolarios los que nos quedamos fuera disfrutamos de unos momentos de calma que a un servidor le permiten ver con detalle cosas que allí ocurren y algunas de las personas que las protagonizan. Intento pensar en ello con calma y sacar conclusiones positivas para mi futuro, sobre todo de cara a garantizar en cierta medida ese futuro para los míos, que son mi responsabilidad.

Cuando salen los catedralicios nos dirigimos al parking y se pone en marcha la caravana motorizada. Juan con su familia van en un coche. Pani, Julio y Luis se encargan de la fragoneta cargada con las burras y Yolanda y yo nos hemos adobado en el coche de Álvaro y familia. Miramos hacia atrás cuando partimos y me quedo pensando sobre el balance del viaje.

El camino a casa tiene un kilometraje similar al que hemos recorrido en nuestro Camino y sin embargo no tiene nada que ver. Los kilómetros pasan a buen ritmo instalados cómodamente en el asiento del coche. Paula y Marian van diviertiéndose con las películas que ven en el DVD. Yo las sigo de refilón, como algunas de las conversaciones que surgen a lo largo del viaje. En otros momentos, caigo en un relajado sopor que pone en stand by mi cerebro. Los ronquidos de mayor o menor intensidad que emito constatan que sigo vivo. También les aclara a mi familia que estoy durmiendo (que no dormido) y que se pueden meter conmigo que no me enteraré de nada (por el oído izquierdo, que del derecho estoy sordo y hace tiempo que no me entero de nada por ese canal).

Unas paraditas de rigor (gasolina, comida, evacuación de líquidos, etc.) consiguen sacarnos (especialmente a Álvaro que es el que conduce) de la monotonía del viaje que imponen las cómodas autovías y las férreas leyes del tráfico (velocidades limitadas, radares y demás lindezas que por nuestro propio interés las autoridades han tenido a bien poner en marcha). Llegamos a casa y allí nos esperan mis hijos.

La siempre original e inspirada María ha confeccionado unas Medallas de Oro al Mérito Deportivo, con una estética entre Mariscal y Nesquick, que nos cuelga al cuello y que nos hace disfrutar de momentos de tal intensidad emocional que las glándulas lacrimales empañan por unos momentos nuestros sorprendidos ojos de besugo. Unas risas adicionales mientras descargamos la parte de nuestro equipaje y las burras preceden a la partida de los de la fragoneta para seguir rumbo. Pani será el siguiente en aterrizar y le seguirá Luis. Julio se llevará la combi a casa para devolverla al día siguiente al de la empresa de alquiler.

Nos despedimos las familias del trío calaveras y cada mochuelo a su olivo. Mañana volveremos a la rutina de cada día: oficina, trabajo, oficina, trabajo, etc. Una delicia, vaya. Mientras llegan los momentos menos buenos de mañana, en casa sigo disfrutando de los míos, de mi baño, de mi cama y de la suerte que tenemos de poder hacer y contar todas estas aventuras. A pesar de la no existente crisis y gilipolleces similares, “Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy”.

sábado, 2 de mayo de 2009

Día 8 Arzúa-Santiago

La noche ha sido movidita. Mi litera está al lado mismo de la puerta y el trasiego de gente no ha parado. Hasta las siete de la mañana porque las necesidades básicas no dan cuartel y si tienes que levantarte al baño…

A partir de las siete porque para los andarinos es la hora del toque de diana y todos se ponen en marcha. Nosotros ayer llegamos tarde, cuando ellos dormían y creo recordar que fuimos cuidadosos con los ruidos y molestias posibles. Sin embargo, ahora es como en la apertura de puertas en El Corte Inglés el primer día de rebajas: salida en tromba y sálvese el que pueda (sigo con mi idea de respetar los criterios de la Guía Periquín y transitar poco estos sitios que ya me parece tienen poco que aportarme).

Desayunamos y preparamos las burras para recorrer los últimos km que nos quedan hasta Santiago. Tenemos que hacer una reparación de emergencia a la bici de Pani, con problemas en la cadena. Retirada del eslabón afectado y engarce del nuevo para salir pitando y no acumular demoras innecesarias.

El día vuelve a ser soleado y nos empuja como a cabritillas a saltar por el monte. Subimos y bajamos (aunque todo cuesta abajo como apuntara Tino días atrás) la senda que marca el Camino. Nos cruzamos con peregrinos por todas partes y de todos los lugares imaginables… o no. También con los de nuestro albergue que tanto se hicieron notar en su partida. Juan dice que quiere tener unas palabras con el que estuvo haciendo el trenecito largo rato en la habitación para explicarle algunos conceptos que tenía poco claros. Le disuadimos.

El ánimo está enardecido. Julio y Pani van canturreando (vociferando) jotas mientras avanzamos. La gente nos mira con agrado y se sonríe. En determinado momento, al otro lado de una hilera de árboles escuchamos a un paisano que nos agradece los cánticos y nos anima a seguir. En las próximas horas repetiré “Buen Camino” a “sienes” de personas que caminan por las sendas peregrinas en número tal que parece que estuviéramos a la salida del cine, de un concierto o de un partido de Champions.

Nos encontramos con diversos monumentos recordando a peregrinos con historia. Resulta curioso leer las inscripciones de las placas que los acompañan haciendo referencia a gente de edad avanzada que llegó incluso a morir en el largo y duro transitar desde su origen hacia Santiago.

En un momento de descuido debo meter la rueda en algún sitio indebido y pincho. Cambio de cámara que aprovechamos para tomar resuello y seguimos con los pedales.
Los toboganes se suceden y las “pendientes negativas” siguen cargando las piernas. De todas formas, aunque vamos todos bastante cansados por la acumulación inmisericorde de los km de castigo, hacemos de tripas corazón y bromeamos al respecto.

Estamos cerca de Santiago. Paramos en el Mojón que ha sido seleccionado como portada de este blog para representar el Camino. Hacemos una parada y sacamos unas fotos. Coincidimos con tres amigas andarinas de buen humor y conversación entretenida. Una de ellas es asturiana, como la señora que me aguanta a diario en casa, pero nos comenta que vive fuera aunque allí es feliz. Aprovecha el camino y otras excusas para venir a ver a los suyos.

Avanzamos y poco antes de Monte do Gozo superamos a una mujerina con aspecto tan cansado que nos paramos a interesarnos por su estado. Es un poco más alta que Ioda y unos meses más joven. Su menudo cuerpo se apoya encorvado sobre un bastón que le permite a duras penas mantener el equilibrio. Creo que tiene una lipotimia de órdago y que se va a desplomar en cualquier momento. La preguntamos si se encuentra bien y nos miente con una sonrisa que apenas esboza por la falta de fuerzas. Juan la ofrece comida y ella declina la oferta. Yo la ofrezco agua y acepta un trago. Le insisto en que se quede la botella. Lo hace. Queremos que coja también comida pero dice que no debe tomar nada hasta que no llegue a Santiago, que le sentará mal y no podrá continuar. Aceptamos pulpo como animal de compañía y seguimos avanzando. Cada poco tiempo miró hacía atrás para comprobar que ella puede seguir. Como es lógico no la veo y un cierto cargo de conciencia pesa en mi mente porque pienso que no debimos dejarla allí sola. Álvaro y Marian nos comentarán más tarde que la vieron el día anterior en Melide cruzando las calles igual de encorvada y con paso cansino. Tal vez sea la próxima víctima del camino que cuente el año que viene con su monumento y placa correspondiente. En todo caso, a pesar de la cara de sufrimiento y extenuación, en sus ojillos de niña traviesa se adivinaba un bienestar espiritual y la conciencia de saber que merecía la pena el sacrificio (era como en la escena en la que el malvado Darth Vader le corta la cabeza a Obi Wan Kenovi; pero al mirar bajo su túnica, el cuerpo no está). Sobrecogedor.

Al final llegamos a Monte do Gozo, nos calzamos las “camisetas oficiales” y nos hicimos las fotos de rigor. Continuamos trayecto y al final pisamos Santiago, aunque desde las primeras calles hasta la Catedral podemos disfrutar de algunas rampas más.

La entrada en la Plaza del Obradoiro es Almodovariana. Julio se ha colocado el pito de emergencia en la boca y empieza a silbar como si estuviera en una comparsa gaditana o en los carnavales tinerfeños. Las miradas de los que por allí pululaban se clavan en nosotros. Me hago el loco y sigo adelante. Allí enfrente se encuentra la “tropa zugastera” a la que se ha sumado mi santa, que ha enlazado dos vuelos desde Alicante ya que el día anterior asistió a un concierto con unas amigas. Viene expídica y tengo que aplacar sus ánimos echándola al suelo, reduciéndola como a los novillos que van a ser marcados con el hierro de la ganadería y dándole una serie de picotazos en los morros que anestesien sus sentidos mientras recobra su personalidad humana.

Pasamos por secretaría y nos hacemos con la Compostela (especie de Bula Papal que me perdona los pecados cometidos y los que habré de cometer en el futuro; ocho días de penar para disfrutar de una vida eterna no es mal negocio).

Un poco fuera de horario nos dirigimos a la búsqueda de un restaurante para comer, cosa que hacemos entre las 16,30 y las 19,00. Terminado el trámite el clan Zugasti se dirige a los cuarteles de invierno a descansar con las familias mientras que el resto del equipo bicigrino se queda en Santiago donde dicen irán a ver la maniobra botafumeira y a tomar unos pelotis por la noche infiltrados en el ambiente estudiantil. Ya nos contarán.

El hotelito elegido para pernoctar está francamente bien. Me doy una ducha de alivio, me hago unas caricias con mi señora y dormimos un ratito para poder ir a tomarnos la última comilona en una marisquería que tienen metida en la caché del año pasado.

Cumplimos el trámite con decoro y nos retiramos a descansar. Mañana, con tranquilidad, nos levantaremos, iremos a Santiago a reunirnos con el equipo y pondremos rumbo a casa con la satisfacción de haber podido culminar el envite. Físicamente ha sido un palizón. Psíquicamente me dará para pensar mucho e intentar hacerme una persona mayor, cosa que mi madre agradecerá al Santísimo.

viernes, 1 de mayo de 2009

Día 7 Lugo-Arzúa

Hoy nos levantamos con el cielo despejado y la previsión del tiempo muy favorable. Espero que se mantenga. El sueño reparador de una noche aderezada con los jolgorios de la calle (la pensión está en una zona de copas y el ambiente festivo aguanta hasta bien avanzada la madrugada) me animan a pensar en la etapa que se avecina. Los compis me han comentado que desde este punto y hasta llegar a Santiago la cosa cambiará significativamente: mucho peregrino y caminos más preparados para el tránsito con las bicicletas. Vamos a ver si tenemos suerte y todo sale bien.

Bajamos a desayunar a un bar cercano y nos colocan material en abundancia que nos tomamos con gusto y sin rechistar. Los ánimos están altos en el grupo y nada significativo parece que nos vaya a aguar la fiesta. Además, las incidencias del viaje han sido poco significativas en lo que a averías se refiere, teniendo en cuenta lo que hemos transitado por lugares muy exigentes (lo único no resuelto sobre la marcha es lo de mi freno trasero que sigue son funcionar), o lo referente al castigo físico acumulado (Julio ha mejorado la dosificación de sus pastillas para el corazón para que no le dejen en punto muerto, Juan ha recuperado el ritmo habitual en él propio de un Zugasti, Pani ha visto casi desaparecer su molestia en la rodilla, la mía va aguantando con la ayuda de los antiinflamatorios y el bueno de Luis termina por concluir las etapas con un palizón más propio de los mártires de antaño que de un informático de la administración pública, pero al final siempre se repone y la sonrisa vuelve a su semblante al finalizar cada etapa).

Hoy pasamos por la catedral a sellar la cartilla. En Asturias las posibilidades han sido pocas. Casi todo en bares y establecimientos similares, mientras que prácticamente imposibles en las iglesias (como decía mi abuela “ya no hay vocaciones”; tal vez lo que no haya, afortunadamente, es hambre entre los lugareños). Unas fotitos de rigor en la zona de murallas adentro por la parte vieja de la ciudad y cruzamos el pórtico del santo para continuar nuestro peregrinaje.

Comenzamos la ruta y vemos las conchas en sentido contrario sobre los mojones (otra característica de estos pagos gallegos) y una plaquita con la distancia restante hasta la meta (eso parece que anima a superar las dificultades que aún quedan por vencer). La ruta es bonita como me comentaron y la presencia de peregrinos se hace notar. En la primera hora de pedaleo hemos deseado “Buen Camino” a más gente que en todos los días precedentes.

Los paisajes de foto se suceden por todas partes y el día soleado anima a parar y realizar los mejores encuadres sobre la plástica más selecta.

Esta parte del camino es un constante subir y bajar pendientes no muy largas ni pronunciadas pero que acumulan cansancio en las piernas de forma rápida. Julio parece que ha tomado un poquito de mas de su pirula coronaria y va como si hubiera entrado en la pista el "safetycar". Afortunadamente la cosa no es seria y como a pesar de todo llevamos un ritmo razonable y el sol nos mantiene el buen humor, seguimos pasando por los mojones que indican la dirección correcta y la distancia cada vez más reducida.

A mediodía paramos en San Román a tomar algo. Volvemos a tropezar con gente amable que nos trata bien y nos ayuda a recuperar fuelle. Xaime, el jefe del negocio nos explica algunas cosas de la zona y del miliario que tienen ubicado a doce metros de la puerta del establecimiento, una réplica del original que fue trasladado a Astorga (supongo que sus razones habría). Comemos, bebemos y charlamos un rato sentados al sol en un prado verde y reconfortante. Miramos el reloj y las agujas nos aconsejan volver a pedalear. Nos ponemos en marcha.

Seguimos avanzando inmersos en el paisaje subiendo y bajando constantemente de cota. Los toboganes gallegos siguen minando nuestras piernas, pero al no tener que sufrir un tiempo desapacible, los kilómetros se hacen más llevaderos. A eso de las 18,30 llegamos a Melide donde ya nos esperan M. José y sus cachorros por el lado del cuartel CM 118 y Alvaro, Marian y Paula en representación del cuartel CM 116. Éstos han llegado hace poco y esperan con impaciencia la presencia de la serpiente multicolor. Cada uno por distintos motivos aunque todos ellos de indudable interés. Paulita, como puede entenderse en una niña de 6 años, ve nuestra aventura como una gesta épica y quiere disfrutar y compartir los momentos que para ella son de película. Marian quiere vernos y comentar las cosas de viva voz con nosotros. De hecho hubiera venido si no la disuade Álvaro porque la paliza iba a ser superior a sus posibilidades reales en ese momento. Pero ella es dura y si hay convocatoria el año que viene se apuntará. ¡Menuda es ella! Se enjugó las ganas cogiendo mi bici un rato y pedaleando por los alrededores sintiendo lo que es viajar con “la casa a cuestas”. Álvaro por su parte disfruta de todo y aprovecha para reírse con su hija, con su mujer y de nosotros. Nos comenta lo bien que han llegado en coche desde Madrid sin apenas esfuerzo, cómodamente sentados con el aire encendido, con el DVD en marcha, con la dirección asistida, etc. Todos agradecemos el estimulante soplo de buen humos que nos supone un efecto balsámico para nuestros castigados cuerpos.

Nos centramos y encaminamos a Ezequiel donde para no perder la costumbre empujamos algo de comer y beber. Sitio de reconocido prestigio por el pulpo que sirven según los expertos, me sirvió para volver a ratificarme en que le pulpo que preparan Juan y su cuñado Manolo es de 5 estrellas de mar (calificación más alta de la Guía Periquín del Buen Gourmet). Aparcado el cefalópodo en el estómago nos ponemos en marcha para seguir camino al final de etapa previsto, que ha pasado de Ribadixo a Arzúa ya que en aquél, el albergue cierra a las diez y eso nos impide cenar con tranquilidad con los familiares que han venido a vernos.

El albergue es amplio y de reciente construcción, limpio y bien presentado. Los metreros, con un papo propio del sindcato del metal se agencian una habitación doble aislada de la megasala donde compartiremos el resto del equipo sueño y descanso con otros cuarenta cuerpos “cantantes” (por lo de los olores, ronquidos, ruidos diversos, etc.). Esta es la parte no recomendada en la sección de hospedaje de la Guía Periquín. Nos decantamos más por las pensiones y hostales que hemos disfrutado los días anteriores. En fin, hay que probarlo para poder evaluar.

Salimos aseados a buscar, junto con la familia, un restaurante que nos acoja a todos juntos en una misma mesa. Damos un par de vueltas y aterrizamos en uno que no está del todo mal. Salimos del trance sin graves daños y nos despedimos para retirarnos al albergue. Mañana llegaremos a Santiago y completaremos el recorrido a pedales.

Mis compis comentan que andan algo nerviosos porque tienen un sentimiento contrapuesto. Por un lado las ganas de llegar a Santiago para cumplir el objetivo y por otro la pena de que la aventura se acabe. Yo debo de ser un poco sociópata o estar algo desnaturalizado. O ambas cosas a la vez y en mayo grado de lo que sospecho (he de hacérmelo mirar por un médico) pero mi corazón no sufre arritmias ni mi mente se emociona con semejantes argumentos. No sé si las penurias cotidianas me han hecho insensible con el paso del tiempo o simplemente soy un gilipinzas de nacimiento. En todo caso, disfruto mucho de lo que he vivido con mis compis y disfrutaré otro tanto de la etapa de mañana. Pero para el fin de semana siguiente tendremos alguna otra cosilla en ciernes. Somos jóvenes y tiempo por delante. La salud parece que nos da cuartelillo y la familia nos aguanta. Ya vendrán nuevos proyectos que disfrutar y comentar.