lunes, 30 de marzo de 2009

Cuenta atrás

Llevo un año y pico (algo antes del comienzo del Camino 2008) saliendo con estos descerebrados ciclistas (mis compis) los fines de semana a dar pedales por los alrededores de Madrid. Siempre pensé que también este año rechazaría su invitación de acompañarles a hacer el Camino, especialmente tras la lectura de sus blogs cuando lo pedalearon y después que lo hicieran, tras las conversaciones mantenidas al respecto.

En todo caso, un problema cultural, un concepto mal entendido o un defecto de formación genética, tuvo como resultado mi respuesta positiva a sus insitentes tentaciones.

El día de la reunión final para organizar la salida confirmé dos cosas, la primera que vamos a comer y beber en exceso; la segunda que vamos a sufrir un poco.

Del comercio y del bebercio, teniendo en cuenta lo que vamos a pedalear y sufrir por las tierras del norte, me preocupa menos. De la paliza física que se nos avecina, dado que he tenido la suerte que una asturiana se casara conmigo y que llevo 30 años dando vueltas por aquellos lares, puedo dar fe con más contundencia y solvencia que el decano del colegio de notarios de España.

Además, está el tema de los rigores climatológicos, que sé positivamente que influyen en gran medida en las voluntades de los sufridos ciclistas. Horas de pedaleo bajo el agua con temperaturas bajas terminan por hundirte en la miseria y te coges el ALSA para casa en un decir Jesús.

Una anécdota del apunte sobre el bebercio y el comercio. Un servidor se tabicó 5 quintos y 4 tercios, lo que le supuso llegar a casa en un estado impropio de un padre de familia. De hecho, al llegar, parece ser que mi hija le comentó a mi santa esposa que creía improcedente que llegase de aquella guisa, que eso era más propio de su edad, que ella era la supuesta jovencita alocada y yo debería ser el padre serio y cabal.

Mal arranque, pero ya me he dejado caer cuesta abajo y esto parece que no tenía marcha atrás.