martes, 28 de abril de 2009

Día 4 Cornellana-Pola de Allande

Nos despertamos reconfortados y nos ponemos a recoger trastos y restos de la colada del día anterior. Bueno restos de la ropa que no se secó a tiempo porque la secadora andaba un poco pallá. Con estos incidentes llegamos casi a la hora de salida habitual y lo poco que nos faltaba lo completó una revisión a la bici de Luis que necesitó una intervención de diez minutos.

Cumplido el “horario oficial” nos fuimos a desayunar a Casa Tino donde casi comimos de la cantidad que tienen estos paisanos normalizada. Que grato recuerdo de Toñi, Lucía y el resto del personal. Recomendaremos que os visiten y nosotros volveremos en cuanto tengamos ocasión. Gracias de nuevo.


Nos ponemos en marcha y salimos a la carretera. Al poco rato un camionero quiere tomarle los datos del seguro a Julio y casi se lo lleva por delante. Recalculamos la ruta y nos ponemos dirección a un camino cercano que nos llevará al mismo sitio pero en el que no nos tropezaremos con nadie.

La pendiente no es muy dura hasta Salas pero el barro provocado por la lluvias de los días precedentes se encarga de compensarlo. Cerca de Salas las rampas se empinan de repente y un par de ellas nos obligan a echar pie a tierra. Decidimos volver a la carretera ya que queda poco a Salas.

En salas buscamos una tienda de bicis donde pueda comprar unas pastillas para el freno trasero. Todo parece indicar que el espray de cadenas de ayer las ha contaminado y resbalan sobre el disco sin la eficacia requerida. Menos mal que el de delante funciona correctamente. En la tienda solo tienen un par de ellas y no se corresponde con las mías por lo que damos las gracias a la amable propietaria y nos vamos a comprar un postre típico de aquí, los carajitos, que nos darán fuerzas para seguir la subida que nos queda por delante. Están buenos pero resultan insuficientes por lo que pasamos por una bar y homologamos un bocata y una cerveza.

Salimos de Salas “por la puerta grande” como los toreros y nos adentramos en un hermoso paisaje en la ladera de un monte que permite contemplar el rápido discurrir del río que forman las constantes precipitaciones de la zona.

La subida es de las que nos hacen daño. Pani se resiente un poco de la pierna y yo noto como la rótula de la rodilla derecha me sugiere dejar de hacerme el superman. En las salidas de fin de semana había notado alguna molestia de vez en cuando, especialmente en las etapas duras con subidas prolongadas, pero una tortilla de ibuprofenos y una semana de descanso parecían resolver el problema.

Ahora la cosa cambia. Cada jornada es el equivalente a dos salidas de fin de semana y entre una y otra apenas ha habido tiempo para recuperar nada. Además, no he recurrido a los fármacos. Paro, abro la mochila, saco el botiquín y me empapelo una píldora con la esperanza de que haga efecto lo antes posible.

La dureza y el dolor se compensan en parte por lo bonito del recorrido y por cuestión de amor propio. De vez en cuando pienso en lo fácil que suben los coches que vemos pasar por la carretera en la ladera de enfrente. Estoy por cruzar en cuanto haya oportunidad y hacer autostop a una pajarita que quiera apiadarse de un esforzado y sufridor bicigrino.

Las sorpresas del destino surgen a cada rincón de la vida y cuando coronamos el puertecito de marras nos tropezamos, al borde de la carretera que deberíamos transitar a continuación, con un sugerente local de luces de colores apodado “Nenas”. Lo comentamos y nos reímos, pero malditas las ganas que tenía yo de meterme en jaleos de faldas. A pesar de lo bocazas que suelo ser, lo cierto es que tengo más querencia a mi señora que los toros mansos a las barreras.

Descansamos un rato y tiramos para adelante. Aún nos queda trecho de subida hasta llegar a la cumbre.

Juan parece hoy el menos tocado del grupo, pues yo, como he comentado sufro de lo lindo con la rodilla. Algo menos parece sufrir Pani pero no anda fino, a veces tira a buen ritmo y en otros momentos parece que se le perla la bujía. Luis anda con la pájara desde hace rato. La subida empujando por el camino le ha mermado física y mentalmente y lleva un ritmo lento y cansino. Julio por su parte se ha tomado una de sus pastillas para el corazón y tienen el mismo efecto que el botón de los F1 cuando pasan por boxes: no tira más que lo justo para no pararse.

Al final coronamos y seguimos cuesta abajo un buen trecho que nos permite recobrar la compostura. Algunas toboganes después llegamos a Tineo y seguimos hacia Pola de Allande. Nos quedan 30 km y parecen pocos ya que hemos decidido ir por carretera secundaria que nos evite el contacto con los coches pero que nos permita caminar a buen ritmo sin sufrir la tortura de los caminos pedregosos embarrados.

Nos deleitamos con una bajada de 14 km de un tirón que hace las delicias de todos, especialmente de Luis que se pone su disfraz de belga y tira como un poseso hacía la reconfortante ducha de fin de etapa. Pero como suelo repetir, una cuesta abajo suele preceder a una cuesta arriba. Desde ese momento y hasta el final todo era subida, no muy pronunciada, pero inacabable. Además se dio la circunstancia que por algún motivo raro el gps se comió 6 km de ruta y cuando llegamos al punto teórico donde se debería acabar la subida y comenzar la bajada a Pola, la mente nos traicionó y empezamos a percibir la realidad un poco trastornada. Las rampas eran en este momento algo más suaves y las veíamos como cuesta abajo, aunque al llegar al final de las rectas y seguir con la mirada la carretera tras la curva correspondiente, se percibía claramente que la carretera seguía subiendo.

En una de las paradas que hicimos a descansar un poco y a beber algo comenté a mis compañeros que cuando empezásemos a bajar deberíamos hacerlo con mucho cuidado. La lluvia había vuelto a aparecer y el asfalto estaba mojado, nuestras fuerzas mermadas y los reflejos casi inexistentes. Si a eso le sumábamos que estábamos “alucinando” momentos antes, lo recomendable era bajar andando. Sin embargo, tras coronar, las ganas de llegar se apoderaron de todos, especialmente de Luis, que se ajustó el traje de belga y se tiró a tumba abierta carretera abajo.

Afortunadamente llegamos a Pola sin incidentes, mojados y fríos, eso sí, y con ganas de llegar al albergue que estaba un poco más adelante. Tras analizar si ese poco era suficiente o mucho dadas las circunstancias, llamamos al hospitalero y nos disculpamos por no ir a disfrutar de su amable trato. Localizamos la posada La Nueva Allanadesa, pedimos habitación para nosotros y garaje para las burras y subimos a cambiarnos.

Después de la reconfortante ducha bajamos a cenar y aparecimos en la cafetería con la camiseta del logo. El dueño de la posada, al verla, se emocionó visiblemente y nos comentó su historia y la de su familia, que como dicen los del lugar, están alí hospedando desde la época de los romanos. Quedamos en mandarle una camiseta con su nombre firmada por todos para que la pusiera en un cuadrito por el establecimiento. Casi se echa a llorar y nos agasajó con lo que el llamaba el “menú del peregrino”, aunque era más bien el acopio de dos bodas. Un paté de morcilla que ellos elaboran acompañado de un vino de igual procedencia habría sudo suficiente para mí. Pero aquello no fue mas que un piscolabis mientras llegaba la cena de verdad. Los dos platos raseros de potaje asturiano colmaron mi estómago. El pastel de verdura que iba a continuación lo almacené como pude en el esófago. Pero el de carne no tenía hueco posible si luego quería dejar almacenado en los carrillos el postre como suelen hacer con habilidad que les es característica las ardillas con los frutos secos que van trapiñanado.

Aún a riesgo de enfadar a la gente de la cocina y al propio Antonín, que así es como se lama el honorable posadero, pasé palabra y me fui a la cama a intentar que todo aquello permaneciera en el cuerpo el tiempo suficiente para que las funciones digestivas causaran su efecto.

Nos metimos en la cama y nos preparamos a descansar. Bueno, Juan estaba listo y ya con anterioridad, pues en un decir Jesús, resoplaba relajado como un bebé recién amamantado.
Mañana nos espera otra jornada dura.

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